1904
Ricardo Cardona Mestre nació en el El Ballestar (La Pobla de Benifassà) el 22 de marzo de 1904.
1930
Tras la etapa escolar en su pueblo, donde su padre ejercía de secretario municipal, a los 13 años marchó a Castellón, donde ingresó en el Instituto General y Técnico de Castellón y cursó el Bachillerato hasta 1922. Después, realizó los estudios universitarios preparatorios en la Escuela de Comercio de Zaragoza hasta 1927 y, posteriormente, en la Facultad de Medicina de la Universitat de València, donde se licenció en Medicina y Cirugía en 1930.
1931
Finalizada la carrera, sus primeros años ejerció como médico en la población turolense de Mirambel, pero pronto se instaló en Alcalà y, en 1932, se le expidió el título de Inspector Municipal de Sanidad, convirtiéndose así en médico local, profesión a la que dedicó su vida hasta su jubilación, durante cuarenta años de forma ininterrumpida.
Su relación con Alcalà de Xivert no fue meramente profesional sino que se convirtió en un vecino más.
1934
En 1934, contrajo matrimonio con Isabel Salvador Bosch. Isabel era la hija de una familia de gran reputación y de influencia económica en la localidad. Sus padres, Constantino Salvador Sospedra e Isabel Bosch Sanz, eran comerciantes y regentaban la tienda de “Tejidos del País y Extranjeros Constantino Salvador” con dirección comercial en plaza del Mercado 16 y 17 y Calle San Fernando número 2. Las dependencias de la tienda se hallaban en la planta baja de la vivienda.
1935
En 1935 nació su único hijo, Ricardo Cardona Salvador, que con los años se convirtió en un afamado empresario textil.
1984
Falleció el 13 de enero de 1984, siendo enterrado en el cementerio municipal. El día de su entierro, la iglesia parroquial de San Juan Bautista se llenó por completo de vecinos que quisieron despedir a este médico, amigo y consejero, incluyendo los miembros del Ayuntamiento al completo, muestra del afecto que le profesaba todo el municipio.
Con el paso de los años, don Ricardo se convirtió en el médico que más tiempo ejerció la profesión en el municipio, lo que le granjeó la confianza y cariño de sus convecinos. Aquellos que le conocieron coinciden en el agradecimiento que le tienen por el trato dado durante toda una vida. El médico no solo era respetado sino también querido por los vecinos de Alcalà y alrededores; entre sus cualidades destacaban su profesionalidad, generosidad y disposición: de día, de noche o de madrugada, siempre tuvo las puertas de la consulta abiertas para todo aquel que lo necesitara, con servicio permanente de 24 horas al día y con las innumerables llamadas nocturnas a lo largo de décadas.
También el doctor Cardona estuvo siempre muy satisfecho y agradecido por ese cariño mostrado por sus convecinos, y no dudó en sacrificar posibilidades de mejora profesional y social mejorando su situación en el escalafón de los médicos titulares para así mantenerse en el puesto siempre aquí, donde ejercer la medicina local fue su gran pasión. Así, trató siempre a los pacientes lo mejor posible y con gran interés, y trató de diagnosticar y tratar siempre con la mayor diligencia y cientificidad, teniendo en cuenta que, en la época, para la medicina disponía de escasos medios, por lo que debía “confiar en la suerte, en las fórmulas magistrales, de escaso valor, y sobre todo en las defensas del paciente”.
Ricardo llegó a la población en la época pre antibiótica. En aquellos primeros 25 años de profesión, los médicos no disponían de aparatos para un correcto diagnóstico, por lo que los tratamientos a menudo resultaban ineficaces. Era desesperante diagnosticar a pacientes sin saber si funcionaría o no la medicación, y en caso de alta probabilidad de muerte, el doctor no descansaba de día ni de noche. A ello se sumaba la falta de agua adecuada, ya que esta era escasa y de baja potabilidad, lo que provocaba epidemias de tifus, paratifoidea, fiebres maltas, etc., con una mortalidad en torno al 50% de los casos. Como curiosidad, Ricardo Cardona fue el primer médico de la provincia en tratar la fiebre tifoidea con cloromicetina en cápsulas, con gran resultado. En el caso de los niños, otra de las enfermedades más generalizadas fue el tracoma, que provocaba ceguera, llegando al 23% de los escolares según pudo inspeccionar Cardona. Superada aquella etapa, disponiendo ya de antibióticos, quimioterápicos o laboratorios de análisis, la profesión cambió radicalmente, y con la obligatoriedad de las vacunas por parte de la Dirección General de Sanidad, el pueblo fue adquiriendo por lo general una buena salud.
Don Ricardo también fue un miembro destacado de los veranos en Alcossebre; tanto era así que, en 1951, sus veraneantes le obsequiaron con un concurrido homenaje en un hotel de la zona. Además, tras su jubilación, fue condecorado con la Medalla de Oro Colectiva al Mérito en el Trabajo en 1973. Si es que la jubilación había acabado con su servicio, pues en sus propias palabras, si uno estaba bien de salud, “la vocación solo se extingue con la muerte”.